¿Te enviamos gratis el resumen semanal?
¿O prefieres las redes sociales? tw:@lamarea_com fb:RevistaLaMarea
Unos amigos festejan, en Moscú, el año nuevo a lo ruso: bebiendo como cosacos en una sauna. Y en un momento dado, acuden a uno de los aeropuertos de la capital soviética para despedir a uno de ellos, Pávlik, que debe tomar un avión a Leningrado. Pero, debido a la monumental cogorza, se equivocan de amigo, y es a otro, Zhenya, absolutamente ebrio e inconsciente de dónde lo meten, al que se hace viajar a la ciudad que lleva el nombre del fundador de la URSS.
Cuando el amigo llega, resacoso, a la actual San Petersburgo, pensando que se halla en Moscú, pide un taxi, y dice al taxista que lo conduzca hasta su calle y número.Calle y número que, por casualidad, existían también en Leningrado. Al llegar allá, no sale de su error: el edificio también es idéntico a su vivienda moscovita. La llave resulta serlo también, y entra en un piso que no deja de pensar que es el suyo, pues la disposición de los muebles también es muy similar. Se acuesta, entonces, a dormir plácidamente: solo descubrirá todo el entuerto cuando la auténtica inquilina llegue a casa y descubra, como Ricitos de Oro, que un extraño duerme en su propia cama.
Ironía del destino, ¡o disfrute de su baño!, la película dirigida por Eldar Riazánov que divirtió a los ciudadanos soviéticos del año setenta y cinco con este argumento, era una sátira de la monotonía de las mikrorayons: los distritos masivos de bloques de pisos idénticos, construidos a gran velocidad con paneles prefabricados de hormigón, que fueron característicos del urbanismo de los países del socialismo real. En nuestros días, su desasosegante fealdad es un must de la enumeración de miserias con que se dicta condena de la civilización soviética desde Occidente.
Para el turista que visita Cracovia, Praga o Budapest, la visión de las torres cenicientas y desportilladas que rodean como un dogal los exquisitos centros históricos no parece tener defensa posible, ni dejar de hablar del fracaso del sistema que, proclamando altos principios de justicia y belleza, los erigió. Sin embargo, desde el Este que los habitó, la visión de las jruschovkas —así se conocía popularmente a estos edificios, por Jrushchov— es como mínimo más compleja: allá saben y recuerdan que las mikrorayons fueron la respuesta a la crisis de vivienda provocada por la combinación de la destrucción causada por la segunda guerra mundial y el incremento de la natalidad que sucedió a su final; y que lo fueron desde la voluntad genuina de proporcionar viviendas decentes a los trabajadores, tan subvencionados que resultaban prácticamente gratuitas. Como explica Owen Hatherley en Paisajes del comunismo,
«En lugar de construir majestuosos pasajes abovedados que condujeran a barrios pobres, bulevares adecuados para poca cosa más que tanques o castillos de mayólica y granito, reformistas como Jruschov o Gomu?ka prometieron crear —por primera vez en la mayoría de esas ciudades— viviendas decentes para todos los trabajadores, donde no tendrían que compartir habitación ni apartamento con otras familias, donde dispondrían de calefacción central, electricidad, agua caliente y otras comodidades modernas, poco habituales en aquel entonces».
El libro de Hatherley es un recorrido por la arquitectura toda de la civilización soviética: por las jruschovkas, pero también las magistrales, los memoriales, los mausoleos, las bibliotecas, los restaurantes, los rascacielos, las casas del pueblo, los pequeños quioscos o incluso las iglesias que la Polonia socialista no dejó de construir. Y por supuesto, las estaciones de metro; el de Moscú, pero no solo. También era edilicia soviética aquella maravilla arquitectónica del siglo XX, que sigue asombrándonos con su suntuosidad puesta al servicio, no ya de la aristocracia, sino de la clase trabajadora. «Sus palacios son para los faraones, pero los nuestros son para el pueblo», dejó dicho Alexéi Dushkin.
Hatherley nos proporciona el dato de que se destinó más mármol a las estaciones de la primera línea del metro de Moscú que a todos los palacios del zar en el medio siglo previo a la Revolución de Octubre. Periodista especializado en temas arquitectónicos, hijo de militantes comunistas, viaja junto a su pareja polaca, Agata, por todo el antiguo bloque soviético, de Riga a Tbilisi, de Moscú a Liubliana (y también a la antigua Yugoslavia), y da testimonio de todo: lo excelso y lo grotesco, lo grandioso y lo pequeño, lo luminoso y lo siniestro.
En los países comunistas hubo también palacios para los faraones como la Casa Popolurui rumana, segundo edificio más grande después del Pentágono, mareantemente edificado arrasando buena parte del centro histórico de Bucarest. Y no es este un libro que corra un tupido velo frente a los horrores de aquel mundo, pero tampoco es uno que dicte una condena terminante o no se haga cargo de lo mucho que de bueno supo tener y conquistar.
De los buenos libros, lo es ya la frase destacada con que se abren. El de Hatherley se abre con una enjundiosísima de Deng Xiaoping sobre el mausoleo de Mao: «Fue inapropiado construirlo, como también lo sería demolerlo».
Este artículo se publica gracias a miles de personas como tú.
Lamarea.com está editada por una cooperativa que rechaza los anuncios del Ibex35, la publicidad que cosifica a las mujeres y los publirreportajes encubiertos.
Desde 2012 apostamos por el periodismo de investigación, los análisis y la cultura. Y sobre todo apostamos por ti, por informar sobre los temas que te preocupan.
Ayuda a financiar el periodismo que te representa. Haz una donación desde 5 euros.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.
Recibe nuestro resumen de noticias en tu email
Recibe nuestro resumen de noticias en tu email
La Marea 88 es un número especialmente complejo. En él, mostramos los 36 días de cobertura de Patricia Simón desde Ucrania, con todas las luces y sombras de la invasión rusa. Pero hablamos de mucho más.
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Son aquellas necesarias para la navegación y el buen funcionamiento de nuestra página web. Permiten por ejemplo, controlar el tráfico y la comunicación de datos, acceder a partes de acceso restringido, realizar el proceso de compra de un pedido, utilizar elementos de seguridad, almacenar contenidos para poder difundir vídeos o compartir contenidos a través de redes sociales. Esta categoría sólo incluye las cookies que garantizan las funcionalidades básicas y las características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
Las cookies analíticas son aquéllas que nos permiten cuantificar el número de usuarios y así realizar la medición y análisis estadístico de la utilización que hacen los usuarios de los servicios prestados. Para ello se analiza su navegación en nuestra página web con el fin de mejorar la oferta de productos y servicios que ofrecemos.
Las cookies de publicidad se utilizan para almacenar información del comportamiento de los usuarios obtenida a través de la observación continuada de sus hábitos de navegación, lo que permite desarrollar un perfil específico para mostrar publicidad en función del mismo.
Son aquellas que permiten recordar información para que el usuario acceda al servicio con determinadas características que pueden diferenciar su experiencia de la de otros usuarios, como, por ejemplo, el idioma, el número de resultados a mostrar cuando el usuario realiza una búsqueda, el aspecto o contenido del servicio en función del tipo de navegador a través del cual el usuario accede al servicio o de la región desde la que accede al servicio, etc.
Las cookies de rendimiento se utilizan para comprender y analizar los principales índices de rendimiento del sitio web, lo que ayuda a ofrecer una mejor experiencia de usuario a los visitantes.
Las cookies funcionales ayudan a realizar ciertas funcionalidades como compartir el contenido del sitio web en las plataformas de medios sociales, recopilar comentarios y otras características de terceros.